Una de las recetas más tradicionales de la gastronomía mexicana, es el mole. Entre sus ingredientes se cuenta con: ajos, azúcar, chocolate, perejil, clavo, pimienta, caldo de pollo, además de chiles mulatos, anchos, chipotles...etc. La salsa del mole es espesa, de color rojizo en este caso, ya que existen otros tipos de mole como es el verde o el mole amarillo que es más caldoso, los cuales se combina con pollo y se acompañan con arroz.
Analizando este platillo nos podemos dar cuenta de que no es fácil su maridaje. El mole poblano es de consistencia espesa, color rojo, casi café oscuro, con algunas variantes. Con pollo o pavo su textura es cremosa y el grado de picante depende de quien lo cocine, al agregar mayor o menor cantidad de chiles, es aquí donde encontramos el mayor problema para el maridaje más adecuado. La amalgama de sabores se funde de manera casi milagrosa, los elementos que componen la pasta se convierten en uno solo, destacando en muchas ocasiones el grado de picante. Hay quienes proponen tintos tánicos, pero también un blanco chispeante de buena acidez y seco quedaría pues rompería con ese picante y adelgazaría la textura. No sería tan mala idea como el tinto, aunque me inclino más por un espumoso; algo dulce pero sin empalagar. El mole no está hecho para estómagos delicados ni lenguas sensibles, aunque su sabor no tiene comparación.
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